HASTA MORIRME JAMAS
Es como cuando estas lleno, lleno de cosas banales, de cosas que nada bueno traen, vacío, incluso cuando tienes razones para estar bien. A esto se llama preocupación, y ¿qué es la preocupación? La mitad entre el dolor y la tristeza.
Estos días han pasado cosas, no ha sido fácil hasta que te das cuenta que haz dejado dolor en el pasado. No es cualquier dolor cuando éste esta bañado de resentimiento, de promesas rotas, de cobardía, de impotencia. Justo hoy, cuando aparecen todas las personas que formaron parte de ti, ya no te necesitan, ya no eres fundamental, como en el pasado, hoy solo eres tu. El tu es cualquier sujeto, es un ser humano cualquiera, de a pie, del montón, que ya no eres imprescindible en la vida de esas personas: nunca más.
Entonces te toca vivir lo que siempre imaginabas, enfrentas a lo que nunca quisiste cuando eras feliz, a su anonimato, a su cruce por la calle, o por la puerta de aquella que fue testigo de nuestro gran amor. Entonces ya no tiemblo como antes cuando te veía, sigues siendo dulce, sigues siendo la misma, cargada del mismo gesto, del mismo movimiento, de la misma seriedad con que te movías cunado te enojabas conmigo, con esa misma prisa de mujer encantador. Sigo pensando entonces que eres realmente perfecta, la única imperfección es aquel hombre que ahora te acompaña.
Entonces quiero seguir recordándote, recuerdo por ejemplo esa boca, ese peinado, esas trenzas de aguayo, esas locas miradas que un día fueron mías: nadie más era mía, solo tú. Eso es lo grave, eso es lo grave, que ayer como hoy fuiste mía y de nadie más, luego fuiste de todo el mundo y yo ya no estaba. Recordaras seguramente cuando juntos en nuestra eterna cama lloramos como niños, con el corazón en la mano, con el alma arrepentido, de tanto amor que habíamos construido y de tanto pesar por habernos amado. Nuestro amor prohibido era todo entonces, pero seguramente no haz de recordar con tanto detalle como yo lo hago ahora. Incluso recuerdo en esos momentos cuando llorabas y gemías el por qué te habías enamorado de mí, las palabras que mi corazón te gritaba, que te iba a dejar, que te iba a abandonar, que te iba permitir a que seas feliz, que juraba que sí o sí serias feliz aunque no conmigo pero sí con otro. Entonces no sabía qué hacer, no sabía como calmarte, tenia que decirte que yo también te amaba y que nunca te dejaría, aunque mi corazón sabía que era falso, que conmigo, por mi condición nunca ibas a ser feliz. Eso duele ahora, cuando ayer te amé como nunca lo hice, pero ya no estas más sino solo para contemplarte.
Jamás me arrepentiré, decías, jamás lo haré por tanto amor entregado, decías. Y yo vanamente te juraba amor eterno, sin comprender bien que te dejaría. Nunca imaginé que lo haría por ti, aunque parezca solo escusa, te dejé ir para que fueras feliz con otro. Pero no sé si lo eres. No lo sé. Y ahora, al final de la batalla puedo comprender que aquello fue bueno, el dejarte ir, pues aprenderás a ser feliz, aunque yo no esté a tu lado.
Que te cuida la vida y los cielos te den buenos frutos que merecido ya lo tienes, por ti y por la felicidad. Hasta siempre mi querida y estimada compañera inolvidable.
Entonces te toca vivir lo que siempre imaginabas, enfrentas a lo que nunca quisiste cuando eras feliz, a su anonimato, a su cruce por la calle, o por la puerta de aquella que fue testigo de nuestro gran amor. Entonces ya no tiemblo como antes cuando te veía, sigues siendo dulce, sigues siendo la misma, cargada del mismo gesto, del mismo movimiento, de la misma seriedad con que te movías cunado te enojabas conmigo, con esa misma prisa de mujer encantador. Sigo pensando entonces que eres realmente perfecta, la única imperfección es aquel hombre que ahora te acompaña.
Entonces quiero seguir recordándote, recuerdo por ejemplo esa boca, ese peinado, esas trenzas de aguayo, esas locas miradas que un día fueron mías: nadie más era mía, solo tú. Eso es lo grave, eso es lo grave, que ayer como hoy fuiste mía y de nadie más, luego fuiste de todo el mundo y yo ya no estaba. Recordaras seguramente cuando juntos en nuestra eterna cama lloramos como niños, con el corazón en la mano, con el alma arrepentido, de tanto amor que habíamos construido y de tanto pesar por habernos amado. Nuestro amor prohibido era todo entonces, pero seguramente no haz de recordar con tanto detalle como yo lo hago ahora. Incluso recuerdo en esos momentos cuando llorabas y gemías el por qué te habías enamorado de mí, las palabras que mi corazón te gritaba, que te iba a dejar, que te iba a abandonar, que te iba permitir a que seas feliz, que juraba que sí o sí serias feliz aunque no conmigo pero sí con otro. Entonces no sabía qué hacer, no sabía como calmarte, tenia que decirte que yo también te amaba y que nunca te dejaría, aunque mi corazón sabía que era falso, que conmigo, por mi condición nunca ibas a ser feliz. Eso duele ahora, cuando ayer te amé como nunca lo hice, pero ya no estas más sino solo para contemplarte.
Jamás me arrepentiré, decías, jamás lo haré por tanto amor entregado, decías. Y yo vanamente te juraba amor eterno, sin comprender bien que te dejaría. Nunca imaginé que lo haría por ti, aunque parezca solo escusa, te dejé ir para que fueras feliz con otro. Pero no sé si lo eres. No lo sé. Y ahora, al final de la batalla puedo comprender que aquello fue bueno, el dejarte ir, pues aprenderás a ser feliz, aunque yo no esté a tu lado.
Que te cuida la vida y los cielos te den buenos frutos que merecido ya lo tienes, por ti y por la felicidad. Hasta siempre mi querida y estimada compañera inolvidable.
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