LOS DÍAS MÁS FELICES del boliviano Rodrigo Hasbún
Parte de “Los 39 escritores latinoamericanos menores de 39 años más importantes del continente”
La primera vez que oí hablar de Rodrigo Hasbún (1981) fue en 2011, cuando 999 (mi primer cuento) había recibido mención en el Adela Zamudio de aquel año, entonces el cochabambino ya había publicado Los días más felices, pero por esos años, no pude leer sus cuentos. Sentía, sin embargo, una especie de admiración por ese joven escritor que pronto se convertiría (como lo supuse) en uno de los mejores escritores de nuestra lengua. Y, efectivamente, pronto la revista Granta (2010) lo incluyó en su lista de los mejores escritores jóvenes en lengua española. Los efectos, su novela más reciente, se publicará en diez idiomas (alemán, chino, finlandés, francés griego, holandés, inglés, italiano, danés, portugués y serbio), otros dos de sus libros han sido llevados al cine.
Como es de suponer, estamos hablando de uno de los escritores bolivianos que más renombre está recibiendo en el extranjero, y todavía tiene mucho que aportar a la literatura latinoamericana, sin ninguna duda. Pues desde aquellos años mozos, la literatura de Hasbún siempre ha sido un referente para muchos jóvenes escritores, acaso, para muchos de sus contemporáneos. Y, hubo un encuentro, sin precedentes, para mí, con su arte, tras mi visita a la feria internacional del libro, de éste año, en una edición nueva de El cuervo, tras comprarlo, me puse a leer con profundo ahínco, y pues, como es lógico, quise compartir, dichas lecturas, con ustedes, que no presumiendo ser crítico literario, mucho menos, pensé que sería interesante considerar como lectura a todo nivel.
Y, en una mañana de locura, digo, no, como cuando te olvidas de hacer ciertas cosas con tal de sentarte a leer algo que te obsesiona, comencé a sumergirme en Los días más felices: nueve cuentos fascinantes, digo de paso. Éstos, no son uniformes, en el sentido del tiempo y el espacio, ni las tramas son únicas y rectilíneas: son diversos y relativos. Cada cuento es un mundo aparte pero qué bien se complementan entre sí, donde el narrador y las historias, claramente, parecen ser un mismo fenómeno, hechas para contrastarlos. El uno depende del otro. El primero es causa del segundo; así, en cadena, nos va desglosando, maravillosamente.
Cautivante desde sus primeras páginas. Seductor e incitante en el resto, como para no abandonar las historias tras historias que no van llegando a nosotros como obvios, sino cada vez más sorprendentes e inimaginables. Los cuentos de Hasbún se leen como despacito, lento, como queriendo coger un lápiz para anotar lo más fácil del mundo. Es como si cada palabra estará tanteada para su armonía. Cuentos de inocencia, de aquellos años, cuando siendo niños queremos experimentar el todo, como si todo fuese algo nuevo por hacer.
Hasbún hace una demostración de esas aventuras virginales, de inocentes, estados de nuestra sociedad más presente. En La casa grande, por ejemplo, muestra la historia de dos hermanos que experimentan las sensaciones del primer acercamiento al sexo opuesto, los primeros besos, los primeros manoseos, entre el juego, la diversión y los espacios en las que cuando se es niño, siempre sobra el tiempo para hacer ésta y mil travesuras.
En El futuro nos presenta una literatura que en el fondo muestra la mediterraneidad de Bolivia (puntualizaciones cortas) y que definitivamente expresa un contexto urbano más moderno. Gente urbana, que un momento parece ser más el contexto latinoamericano que el boliviano, que de ningún modo (lo puntualizo yo) es un espacio rural, el nuestro, me refiero. Asimismo, habla de un Mar, a la vista, que no es nuestro. El futuro es un cuento de un futuro raro, extraño, entrañable y latinoamericano, tan urbano como los cuentos de Neuman y Uribe. El futuro es un cuento de adolescentes (todos los cuentos de Hasbún, en Los días más felices, lo son) donde están las jovialidades, los primeros amores, las primeras películas porno, los primeros emborrachamientos, las primeras fantasías, para ser más ampulosos.
Calle, concierto, ciudad otro cuento fascinante. En ello Hasbún nos dice que el amor es difícil de escribir. Nos incita a pensar de este modo: No imagino la vida antes de los teléfonos celulares, sin el Facebook, el Watsaap. Oh, ruego, no hablar de ello, porque me abre tantas cosas, tantos encuentros, tantas casualidades, como se dan con estos medios de comunicación más modernos. Todos los cuentos que se desarrollan, lo hacen con la mayor genialidad, muy inteligentes que desbordan diversos planos, historias por demás creativos, formas tan diversas de contar las historias, formas de decir lo que hacen o dicen los personajes. También incita a pensar que, ahora que los buenos años se fueron, nunca más las calles son escenarios de aventuras tan libres e irreversibles. Nunca un beso con una muchacha joven y linda. Nunca la frescura y el olor de esas bocas descuidadas y vírgenes. Estar en los treinta es darse cuenta que hemos vivido mucho y muchas cosas hemos dejado de hacer, no voluntariamente, sino porque había que vivir así, de ese modo.
Finalmente, la literatura de Rodrigo Hasbún es legítima en el sentido que traspone la realidad en ficción, que sólo los buenos escritores suelen hacer. Hasbún escribe historias que todo maestro de Literatura debería poner, como reto, a sus estudiantes, éstos libros, alta literatura, alta imaginación, más aún en tiempos en que nuestra literatura merece ser fortalecida.
E. Callizaya
Agosto 15, 2017